Aprendiendo a interpretar las señales…
Este primer trimestre de actividad de mi balcón comestible en 2015 ha sido de altibajos y en buena parte, ha estado dedicada a controlar a los visitantes no deseados del huerto: el pulgón negro, el mildiu y la araña roja. Pero más allá del aprendizaje -cultivar en macetas no es lo mismo que cultivar a campo abierto, ni siquiera hacerlo en un pequeño patio con suelo de tierra-, más allá de los extremos climáticos que han azotado esta parte del mundo que habito durante los meses de mayo y junio…. Más allá de todo eso, son una señal de que aún no he conseguido «crear» un ecosistema saludable en mi balcón comestible. Y ese es, precisamente, el quid de la cuestión.
Revisando mis notas de otros años y analizando las que he ido tomando en esta temporada, he visto que:
- El riego sigue siendo una asignatura pendiente: mejora, pero aún no he conseguido dar con la medida ajustada a las necesidades de cada cultivo en cada momento. Los contenedores hacen que la humedad se evapore del sustrato muy rápidamente y que la parte superior se seque, obligándome a regar casi a diario: tanto agua lava la tierra, agravando el proceso y, además, perjudica a algunos cultivos que no les gusta «bañarse» tan a menudo. Por otro lado, las botellas/bidones de autoriego tienen sus pro y sus contra, pero dado que hay un período en el que estoy ausente y no puedo ocuparme del riego, necesito algún sistema alternativo que atienda las necesidades hídricas de los cultivos en mi ausencia. ¡Pescadilla que se muerde la cola, al cante!
- Recrear un ecosistema equilibrado -y por tanto, sano- pasa por dejar espacio a aromáticas y otras flores beneficiosas para el huerto, aunque con ello me vea obligada a sacrificar espacio de hortalizas. Normalmente las aromáticas ocupan entre un 20 y un 30% de mi balcón comestible. Este año no ha sido así. Tenía un exceso de hortalizas y le di preferencia a ellas, con lo cual solo dejé espacio para un par de albahacas y un perejil. Creo que ha sido un error. Las aromáticas cumplen una función muy importante en relación con bichitos indeseados del huerto. así que en lo sucesivo -y con efecto inmediato- destinaré un 30% mínimo de mi balcón comestible a aromáticas y otras plantas beneficiosas.
- Los cambios extremos, propios del cambio climático, hacen necesario un tratamiento preventivo en el maceto-huerto. Cada año son más extremas y menos esporádicas. Hay que darlas por hecho y tomar medidas preventivas porque si al final no se producen, el tratamiento preventivo fortalecerá los cultivos, y si, como este año, pasamos de un diluvio a una ola de calor, el nivel de salud de la planta será lo que marque la diferencia. Dos grandes aliados preventivos en horticultura ecológica son el purín de ortiga y la decocción de cola de caballo, alternándolas en aplicaciones semanales. A partir de ahora, formarán parte del programa preventivo para mi balcón comestible.
¡Venga, Patricia, manos a la obra que hay mucho que hacer!
¿Y a ti, qué tal te está tratando tu huerto esta temporada? ¡Espero que mejor que a mí! 🙂