Muchas plantitas de mi balcón comestible han sobrevivido a la ola de calor y ahora toca asegurar que no pasarán sed los días que la hortelana (o sea yo) esté de vacaciones… ¡manos a la obra!
Han sido varios días de bastante trabajo, de ahí que la semana pasada no hubiera publicaciones en mi blog: quitar las plantas que habían agotado su ciclo, decidir cuáles de las afectadas por la ola de calor tenían aún posibilidades de fructificar (y producir) y hacer una limpieza general, añadiendo acolchado y abono donde fuera necesario. Todo, de cara a dejar el huerto en condiciones de gestionarse solo cuando me marche de vacaciones.
El sistema de riego escogido para cubrir las necesidades de mis plantitas en mi ausencia es el riego por capilaridad. Todas los contenedores tendrán una fuente principal de suministro: un cono de riego (enterrado próximo a la raíz) conectado a una botella de 2 litros de agua y un segundo cono de riego conectado a un cable sumergido en un bidón de 5 litros de agua compartido con el contenedor vecino. He descartado usar sistemas caseros porque los experimentos que he hecho han arrojado resultados variados: en algunos casos ha funcionado aceptablemente bien; en otros el trapo o mecha que estaba en contacto con el aire se secaba. Así que para mis vacaciones iré sobre seguro y utilizaré conos de cerámica.
Espero que funcione bien y que al volver no me encuentre un desierto 😉