Sí, con todo el dolor de mi corazón, he de admitir una nueva derrota.
En realidad, no fue solo una plaga de araña roja lo que acabó con mis calabacines y pepinos; primero fue el mildiu quien hizo estragos y cuando lo tenía más o menos bajo control, llegó «ella».
Parece increíble que siendo tan pequeñaja pueda organizar semejante desastre cuando se extiende en un huerto, pero así es. Tratándose de un maceto-huerto o balcón comestible, se convierte en la reina en un abrir y cerrar de ojos. ¡Y menudo descalabro! Creo que las únicas plantas que no llegó a atacar eran las que ya me había comido 🙂
En los pimientos y lechugas, logré controlarla a tiempo y las plantas ahora se ven muy bien -¡toquemos madera!-. En las acelgas tuve que recurrir a una poda de emergencia -una poda, digamos, un tanto drástica- y ya veremos si los nuevos brotes salen bien. En las tomateras a base de quitar hojas/ramas afectadas y pulverizar, he conseguido que las plantas aguanten, incluso que fructifiquen, pero los pobres calabacines y pepinos…
El control ecológico de esta plaga tiene sus bemoles. Algunos hortelanos informan de buenos resultados con tratamientos de azufre y también de aceite de neem cuando se dan los primeros síntomas, muchos -muchísimos- otros reconocen que lo han probado todo y nada les ha funcionado. En mi caso, siempre que se ha presentado la araña roja, lo ha hecho atacando partes nuevas de cultivos que ya habían estado expuestos a otras plagas con lo cual su crecimiento se había visto afectado. Mi balcón comestible es pequeño y la ventana anual de productividad de cada cultivo es la que es, de forma que me compensa más sustituir las plantas enfermas por otras nuevas, que dedicar tiempo, espacio y recursos a encadenar tratamientos que, en cualquier caso, solo servirán para mantener viva a la planta si hay suerte, no para que de frutos. Además, la presencia de estas plagas es un signo de que algo no hacemos bien, y me parece mucho más importante invertir tiempo y recursos en averiguar qué falla y resolverlo. Más sobre este tema en una próxima entrada.
Así las cosas, eliminé las plantas enfermas y preparé una mezcla de sustrato nueva (1). Como mis siembras de pepino y calabacín son todavía muy jóvenes, compré unas mayores(2) y esta tarde, cuando se esconda el sol, las trasplantaré.

Macetas preparadas para recibir el trasplante.

Plantitas preparadas para el trasplante

Mi semillero. Plantas jóvenes para futuros trasplantes.
La verdad es que los diluvios y las olas de calor que hemos sufrido a lo largo de un mes -tampoco te creas que han transcurrido meses entre unos y otras-, han contribuido a complicar las cosas muchísimo en mi balcón comestible. Pero me gusta tanto cultivar mi huerto y espero estos meses con tanta ilusión que me da igual; asumo mi derrota y vuelvo a la carga. Además, ¿no dicen que «el que la sigue, la consigue»? Pues eso 😛
(1) El sustrato antiguo lo puse a compostar, después de haberlo limpiado bien.
(2) Compré cuatro plantitas en total: 2 de calabacín (un de la variedad redonda), 1 de pepino y 1 de tomate, variedad «corazón de buey» que nunca lo he cultivado. Volví a usar la empresa cocopot.es y nuevamente, he quedado súper satisfecha con el nivel de servicio. Las plantas, que vinieron directamente desde el vivero, llegaron intactas, y de la fecha de pedido a la fecha de entrega transcurrieron tan solo 72 horas. Muy, muy bien.